Involución Humana

By Katherine López Saavedra 

Según las ciencias matemáticas, involución, corresponde a una función matemática, que es su propia inversa. Para la Real Academia Española, es la detención y retroceso de una evolución, ya sea biológica, política, cultural, económica, etc.


Lo anterior, no es más que una palabra, que en la actualidad, nos puede definir como sociedad y aún más particularmente, como seres humanos.

Durante nuestras vidas, ¿nos hemos detenido alguna vez a ver qué es lo que está sucediendo a nuestro alrededor?, ¿o el individualismo que nos caracteriza como especie nos ha cegado de manera tal, que no sabemos siquiera, lo que le puede estar sucediendo a la persona que tenemos a menos de un metro de distancia?

Me referiré en esta oportunidad al “individualismo” como egoísmo, el cual es su sinónimo. Éste, ha ido en aumento con el paso de los años, al sentirnos cada vez más deseosos de adquirir poder, además de ser aceptados y aprobados por los demás. El poder, en nuestros días, lo tenemos como prioridad y lo confundimos con una necesidad (que significa carencia o escasez de algo que se considera imprescindible o estado de una persona en relación con los medios necesarios o útiles para su existencia y desarrollo, entre otros varios significados que dicha palabra tiene).

El deseo de poder en nuestra sociedad no se ha equiparado con el conocimiento, sino, con la adquisición de elementos tecnológicos y de valores exorbitantes, bastante lejanos de la realidad de la población chilena. No obstante, el aparentar algo que no somos es otra cosa que nos caracteriza como sociedad. Nuestra cultura occidental está basada en lo material, creyendo que existe una “necesidad” donde no la hay. Con esto, quiero decir que estamos dando mayor importancia y valor a un bien material, que a nuestra familia, amigos y conocidos. Hoy podemos decir, que es más importante un teléfono celular de última generación, en vez de comer saludable, se prefiere un plasma o una X-box 360, a una buena sobremesa post almuerzo o a un simple paseo por el parque, sabiendo que lo último, es gratis.

Cada mañana, nos levantamos  aún más cansados que el día anterior, por nuestras largas jornadas laborales para “producir”, obteniendo un sueldo a fin de mes y seguir así comprando cosas. Cosas que muchas veces, por el sueldo mínimo que hay en Chile ($288.000), sería impensable adquirir de no ser por las tarjetas de crédito. Con esto, me he percatado, que muchos de nosotros preferimos enfermar y desvelarnos por un objeto, olvidando que esto no tiene vida y que si bien, nos puede dar comodidad, no significa que sea indispensable en nuestro diario vivir y que puede ser adquirido o reemplazado en cualquier momento, mientras a nosotros se nos va la vida queriendo obtener esa cosa.

Podemos adquirir algo en tantas cuotas como años de vida nos quedan, ya que, con las tarjetas podemos hacer maravillas y cumplir todos nuestros caprichos. Una frase que he oído en innumerables ocasiones es: “cancelaré mi deuda en cómodas cuotas de páguelo en su próxima vida”, haciendo alusión, a que si no poseo dinero suficiente en efectivo para comprar lo que quiero, puedo realizar la transacción en cuotas, para cubrir dicha necesidad mal priorizada.

Es entonces, donde me detengo a pensar en la involución humana, ensalzada por el afán de aparentar. Con esto, no incito al conformismo, más bien, a que como seres racionales que creemos ser, deberíamos tener la capacidad de diferenciar entre lo necesario e importante para ser mejores personas (como a adquisición de nuevos conocimientos, la educación, amor al prójimo) y lo secundario, que no es nada más que un adorno o acompañamiento a lo que ya somos (bienes materiales).

Pese a que somos una especie evolucionada en el área del conocimiento, nuestro egoísmo y poca tolerancia, nos ha llevado a crear cada uno un mundo particular, alimentando la intolerancia, la discriminación y las barreras entre nosotros. Esto se nota, al observar que cada vez menos personas se ríen en público, en que si saludamos a un desconocido que va por la calle se nos tilda de raros y si se nos ocurre decir que lo material no debería ser una prioridad, se nos juzga de carecer de ambiciones y metas en nuestras vidas, ya que sin eso no llegaremos a ningún sitio.

Hemos olvidado cosas tan simples y básicas como compartir con quienes están a nuestro alrededor, preguntar a quien está al lado nuestro si necesita ayuda, estamos perdiendo dramáticamente nuestra empatía y lo más triste de todo, es que no nos damos cuenta.


¿Será esto el inicio de nuestra propia destrucción como sociedad y como raza? ¿será que, en vez de evolucionar, estamos retrocediendo, ya que nuestras acciones se están pareciendo más a las primeras definiciones dadas al inicio de esta columna? A quienes nos hemos percatado de lo que sucede… ¿qué hemos hecho para remediar nuestra situación?… Juzgue usted mismo/a.