Depresión Geriátrica, el holocausto de nuestros ancianos. ¿Los asesinos? Todos nosotros

By Belén Rivera Corvalán.

El pasado martes 14 de Agosto en la Casa de Reposo Santa Marta, ubicada en la comuna de Chiguayante, diez mujeres de la tercera edad murieron a causa de un incendio. A pesar de que esta noticia me ha pesado durante toda la semana, hay algo que me parece aún más alarmante, aún más grotesco y que me ha quitado el sueño desde hace ya algún tiempo. Me preocupa que a causa de nuestra insensibilidad, de nuestra falta de empatía y acción, hoy en día Chile tiene una de las más altas tasas de suicidio de adultos mayores en Latinoamérica.

Claro está que todos entendemos que la muerte es inevitable y que existen distintas formas: accidentes, enfermedades, decisiones personales o asesinatos. En esta columna en particular me referiré a nosotros, ciudadanos de nuestra sociedad chilena y latinoamericana, como una nueva categoría de asesinos, como unos que actúan de manera sigilosa, desprendida e irresponsable de sus acciones cotidianas.

Ustedes se preguntarán de qué forma nos hemos convertido en estos personajes, pues bien, hagamos un simple ejercicio de reflexión acerca de nuestras conductas y veamos si logramos desvincularnos de nuestras responsabilidades. Cuántos de nosotros no tenemos idea de cuál es la historia de nuestros abuelos, ni siquiera del nombre de sus propios padres; cuántos de nosotros no somos capaces de comprar por $500 hierbas medicinales a la anciana de la calle Maipú o canastas de mimbre al anciano de Barros; cuántos de nosotros no nos sentamos a conversar con los adultos mayores que miran al infinito en la Plaza de la Independencia; cuántos de nosotros hemos sentido que los ancianos son un estorbo y por lo mismo los internamos de manera precaria en hogares y residencias de ancianos; cuántos de nosotros sentimos repulsión de tan solo pensar que llegaremos a ser viejos. La reflexión es personal, pero las consecuencias de esas acciones ya dejan de serlo cuando se manifiestan en fenómenos tan negativos como la Depresión Geriátrica.

El suicidio es una decisión, pero la depresión, principal factor de riesgo asociado, es una responsabilidad de todos. Nosotros somos responsables de que nuestros ancianos actualmente se sientan abandonados, sin óptimas redes de apoyo, sin contención a sus propias necesidades afectivas o sin un sentido de vida. Todo ello se lo hemos arrebatado, ya que envejecer, aparentemente, no tiene utilidad en nuestra sociedad del éxito y las apariencias.

La depresión geriátrica existe y es uno de los síndromes más importantes que afectan a la población de adultos mayores a nivel mundial. Según la OMS, la manifestación de episodios depresivos en personas mayores fluctúa entre el 30% y 70%, reportándose que para el año 2020 será la segunda causa de mayor mortalidad en la población de adultos mayores…¿Y de qué forma? probablemente a través del suicidio.

Pienso y siento que no basta con leer las noticias y comentarlas con nuestros amigos o familiares, tampoco basta con criticar desde nuestras privilegiadas posiciones de jóvenes los deficientes sistemas formales de prevención y “apoyo” al envejecimiento. Creo que nuestras micro intervenciones, reales acciones, son muchísimo más valiosas. Me refiero desde llamar por teléfono a tu abuela(o) para saber cómo está o qué ha hecho esta semana, hasta compartir una once o un mate con ancianos partícipes de agrupaciones de adulto mayor. En nuestra región existen más de 77 organizaciones activas de adulto mayor, pienso que tenemos para regodearnos en dónde y con quiénes compartir.

Para cerrar esta columna les quiero contar que mientras escribo me doy cuenta que son las 3:30 de la mañana, hora en la que murieron las 10 ancianas este martes, y de manera coincidentemente hermosa suena de fondo en mi pieza “I say a little prayer” de la recién fallecida Aretha Franklin. Aprovecho la oportunidad y digo una pequeña plegaria por ellas, y por todos los ancianos fallecidos injustamente en mi país, en nuestro país.