Reflexión para una roca interestelar

By Sebastián Bastías Muñoz 

El planeta Tierra es una pequeña gran roca flotando en la inmensidad del espacio sideral que durante milenios se ha reinventado de una u otra forma.  Al comienzo muy hostil, fue comandada por fuego y por hielo alguna vez, en el mismo lugar, pero en distintas edades, ¿qué maravilloso no?¡ Nace la vida a partir de unas cuantas moléculas mágicas y pum ¡ya no es una piedra solitaria ¡deja que proliferen distintos tipos de vida, arcaicas y de las otras, cosa que difícilmente otra roca interestelar pueda decir que haya hecho.

Luego siguieron pasando los años y llegó el ser humano a poblar este mundo… son ya cientos de miles de años desde que pisamos este planeta, nuestros ancestros jamás sabrían lo que se vendría más adelante. Ellos simplemente vivían y morían, hasta ese momento la balanza estaba equilibrada, no dejaban mayores secuelas a nuestro hogar ni a los vecinos que la habitan, pero ya en los tiempos modernos el ser humano desequilibró la balanza. Aprendió cómo autodestruirse y destruir también a nuestro hogar, muchas caras de la naturaleza devastadas, ya sea en su geografía, en las criaturas, seres que no tienen culpa de compartir el mismo trozo de roca con nosotros. Pues nos fue regalada la oportunidad de vivir en esta majestuosa piedra en medio del vacío espacial por igual.

Soy un ser humano y consciente o inconsciente soy un destructor más, quiera o no lo quiera ya estoy aquí. Es por eso que al caminar por un sendero en medio de la naturaleza vivo con sentimientos encontrados; por una parte, recibir el abrazo de nuestra madre naturaleza, conectarse con ella, sentirla… las palabras no pueden expresar ese tipo de emociones, cuánto asombro y felicidad por estar en medio de tan hermoso espectáculo. Luego viene la tristeza y la culpa por cómo la hemos tratado, nos ha brindado de todo para ser felices, absolutamente de todo y nuestro pago, creo que todos bien sabemos cuál ha sido hasta el momento, qué hijos más ingratos.

Cierro mis ojos, respiro profundamente, pongo mis manos sobre ella y le agradezco por permitirnos estar acá, en la única roca de la vía láctea que con certeza sabemos se puede estar vivo, también le pido disculpas, por lo que hemos hecho, por lo que he hecho, por ser un humano. Ella a veces se enoja y nos duele mucho… vaya que nos duele, pero en comparación a cómo la hemos tratado y a sus otros hijos es algo poco, son sólo recordatorios que nos dicen “hey ustedes, acuérdense que son los recién llegados… ¡compórtense!”.

 Ahora, cuando den un paseo por un lugar con abundante vegetación, cuando tengan ese momento de inspiración en medio de la naturaleza, parados sobre la Tierra, véanla con otros ojos, no sólo como un espacio recreativo, de diversión o compartir, sino también como el único lugar donde hasta el momento pueden existir, un lugar por el cual han pasado un sinfín de seres vivos, vegetales y animales. Reflexionar en lo minúsculo que somos respecto a nuestra trayectoria y lo mucho que hemos dañado. Tomar conciencia es aprender a respetarla, sé que es difícil, pues ya estamos insertos en la cultura destructiva del humano moderno, por eso debemos abrir los ojos… esta roca espacial todavía tiene paciencia para soportarnos, aceptemos y agradezcamos esa oportunidad.  Insisto, con mucho respeto ya que algún día, una de las dos amigas con la que se confabuló la tierra para permitirnos estar acá, la resplandeciente aliada mayor, madre de toda vida que se ha formado en la galaxia, se extinguirá, su luz y calor desaparecerán y consigo toda la vida de nuestro hogar.  El tiempo corre y no se detiene mientras seguimos siendo faltos de respeto, aprendamos de nuestros errores, miremos a la Tierra a los ojos, dejemos de ser tan arrogantes y pidámosle perdón por nuestros actos, piensa más de tres veces antes de entrar a un bosque y faltarle el respeto, disfruta, contempla, llena tu alma con lo que nos da este planeta, purifícate con sus aguas, con sus tierras, con sus brisas, siempre con respeto y valorando mucho todo lo que puedes experimentar acá, pues en otra roca en medio del vacío interestelar jamás lo podrás hacer.