Al César lo que es del César, al fútbol lo que es del fútbol.

By Cristian Sanhueza.

En días en que el fútbol parece haber monopolizado la agenda de discusión de noticiarios, redes sociales, conversaciones con amigos y cenas familiares, muchos críticos, en pos de su moral e intelectualidad superior a la inferioridad de los fanáticos del deporte rey, suelen reducir su importancia y enaltecer temas que debieran ocupar nuestra palestra de discusión. El recurso fácil, el más usado, la frase que sepulta todo análisis, “es sólo fútbol”, “son sólo 22 tipos corriendo tras un balón”, parece ser el caballito de batalla para destruir todo lo que no satisface su paladar académico. Ciertamente, algo de razón pueden tener, pero no toda la que ellos creen. Es cierto, el mundial se está jugando, pero el mundo sigue dando vueltas. Las desigualdades se acentúan día a día, las discriminaciones de género, religiosas, de índole racial parecen multiplicarse y, justamente, el mundial es una oportunidad para referirse a estos temas. El mundial de fútbol, como pocas otras circunstancias a lo largo y ancho del mundo, reúne a diversos países en busca del mismo sueño: levantar la copa. Países africanos, oceánicos, americanos, asiáticos y europeos, se entregan con sangre, sudor y lágrimas al sueño que antes cumpliera Maradona, Beckenbauer, Zidane o Ronaldo. Diversos futbolistas, representando a naciones que non son las de su origen, se entregan por completo a defender el honor del país que los acogió. Rivalidades vuelven a resurgir, pero a diferencia de la política, un arma no resuelve una disputa, sino quien dirime un resultado, es tan solo el encuentro del balón y la red.

Pero no hablemos de lo que pasa en la cancha, ocupemos el futbol para ver las sensaciones que genera, porque la pasión que lo envuelve parece explotar los más bajos instintos de lo humano. Es cosa de revisar las redes sociales, o los comentarios vertidos por gran parte de nuestros compatriotas en cualquier página de noticias. Parece ser, por los resultados de Perú, Colombia y Argentina, que nuestro país está lleno de croatas, islandeses, daneses y franceses, pero no es así, por el contrario, son peruanos, argentinos y colombianos, todos nuestros vecinos, los que encuentran en Chile una oportunidad. ¿Será nuestra ausencia en el mundial lo que desata esta envidia desenfrenada? ¿Será nuestra superioridad económica lo que nos hace sentirnos mejores? ¿Serán los conflictos armados los que aún nos impiden olvidar o simplemente nuestra incapacidad para valorar la diferencia? Son preguntas que valen la pena hacerse, pues son reflejo de algo latente, que ocurre en el día a día. La migración, la interculturalidad, la multiculturalidad, son parte de nosotros, y esto exige no sólo un esfuerzo por acabar con dichas disputas, sino un desafío mucho mayor, que es valorar la diferencia. Y precisamente, en ese contexto, el mundial tiene sentido. Veamos tan solo el caso de Alemania. Actual campeón del mundo, con una historia repleta de vicisitudes, envuelta en conflictos armados y raciales que en la cancha se olvidan. Dos de sus jugadores son de origen africano, otros tantos son turcos y judíos, representan a la selección, son admirados por los hinchas y le dan alegrías al público en general. Pues entonces, ¿Dónde está el conflicto? No lo está, porque sencillamente, la pelota no se mancha. Vamos a la situación de Islandia, uno de los países con los mejores índices de desarrollo en la materia que sea del acontecer humano, pueden inventar un nuevo índice y les aseguro que Islandia lo va a liderar. Y ahí están, vibrando con el fútbol, llevando su cultura, tan desconocida para algunos, a la palestra deportiva más visible que en el mundo puede haber. Sus palmas resuenan en los estadios y pese a que la mayoría de sus seleccionados no son profesionales del fútbol, sino que dentistas, cantantes, cineastas y un gran etcétera, ahí también están, corriendo tras el balón.

Veamos también el caso chileno y probablemente muchos de tus prejuicios choquen contra tus celebraciones. Jean Beausejour quizás sea el caso más emblemático de la selección. Hijo de padre haitiano y de madre mapuche, probablemente dos de los grupos más sometidos al prejuicio del común de la gente. Los mapuche acusados de terroristas, reducidos a un mínimo de territorio, sin reconocimiento más allá de lo étnico, y el haitiano, probablemente el extranjero más ofendido en Chile, hasta completos les tiramos.

El fútbol reúne, invita, secuestra nuestra atención, a veces parece superficial, pero en la cancha, al menos por 90 o a veces 120 minutos, se olvidan nuestros mayores dolores. Quizás algo de razón tengas, te lo concedo. También detesto el marketing y el capital que se mueve tras el fútbol. Pero no te nubles, porque eso es tan humano como lo otro; disfruta, no odies o celebres derrotas ajenas, eso es lo que realmente no está bien. Quizás ellos también lo hicieron cuando nosotros estuvimos en su mismo lugar, pero la historia está hecha para aprender de ella y quizás esta es nuestra oportunidad de hacerlo. Lo importante, y el mensaje final, nunca grites más fuerte un gol que una injusticia. Hay cosas más importantes que el fútbol, pero no hay que enredarse, porque al César lo que es del César y al fútbol lo que es del fútbol.