By Amanda Valenzuela Valenzuela.
Hace ya un par de años, cuando me encontraba en búsqueda de un tema de práctica y tesis en pregrado, comencé a cuestionarme acerca de la salud sexual de personas pertenecientes a la comunidad LGBT+ (lesbianas, gays, bisexuales, trans, utilizándose el signo “+” para incluir a los otros grupos que pertenecen a dicha comunidad, como, por ejemplo, las personas pansexuales, intersexuales o asexuales), en particular la de las mujeres de dicha comunidad. Mi interés nació al percatarme que, si bien durante la educación básica y media recibí algo de educación sexual en el colegio, ésta se encontraba enfocada en lo biológico, únicamente para prevenir embarazos e Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) en relaciones de parejas heterosexuales. Sólo al hablar de VIH o SIDA se mencionan a las personas gay, pero en ningún momento se habla de las mujeres que tienen relaciones sexuales con mujeres. ¿Qué pasa con su salud sexual? ¿Están acaso libres de contagiarse ITS? ¿Dónde se informa la mujer no heterosexual sobre sus necesidades en salud sexual?
Aprovechando la instancia de informar a cualquier lector o lectora: habiendo intercambio de fluidos de genitales (ya sea de manera directa o indirecta), habrá riesgo de contraer una ITS. Es decir, las prácticas sexuales entre mujeres son prácticas sexuales de riesgo si se realizan sin protección. Tristemente, el mito de que estas relaciones se encuentran libres de contagio es uno que persiste.
Es así que, al comparar experiencias entre lo personal, lo vivido por conocidas y lo visto en redes sociales u otros sitios de la internet, llegué a la conclusión que, de estar informadas, estas mujeres sólo sabían cómo cuidarse por haber buscado información por su cuenta en algún momento de sus vidas. No lo habían visto en la educación media, mucho menos en la educación básica. Peor aún, al acudir a algún control gineco-obstetra, muchas se habían encontrado con un profesional de salud que asumía la heterosexualidad de la usuaria, o con un profesional de salud que, al percatarse que se encontraba con una mujer lesbiana o bisexual, no sabía cómo continuar la consulta o perpetuaba los mitos de no necesidad de prevención. En los peores casos, el trato ya se volvía discriminatorio.
Dirigí entonces mi enfoque a los profesionales de salud, llegando así a hacer mi práctica al Servicio de Salud Talcahuano, que cuenta con una Mesa de Participación Social de Mujeres Lesbianas y Bisexuales. Esta mesa creó un sitio web en donde estas mujeres pueden consultar a matronas informadas sobre sus necesidades en salud sexual, de manera anónima y online. Fue trabajando en esta mesa que conocí a varias profesionales que estaban sensibilizadas e informadas en el tema. Sin embargo, al preguntarles dónde habían aprendido sobre cómo atender a mujeres lesbianas y bisexuales, y sus métodos de protección, todas respondieron haberse informado por cuenta propia, o al participar en la mesa, reconociéndose como un proceso en curso. Por lo cual, posterior a la práctica, mi enfoque de la tesis se orienta hacia qué se enseña sobre atención a personas LGBT+ en la educación superior de profesionales de la salud. Spoiler alert: En el mejor de los casos, no mucho.
Para resumir la tesis en un par de líneas: los/as estudiantes de las carreras de obstetricia, medicina y enfermería de la provincia de Concepción que sí se encontraban informados/as, lo estaban porque habían buscado por su cuenta, debido a un interés personal. En clases sólo veían los mecanismos de contagio de ITS, desde un punto de vista extremadamente biológico, desconociéndose métodos de prevención que no sean para prácticas sexuales entre personas heterosexuales u homosexuales masculinos, percibiéndose a los docentes como desinteresados en el enfoque de género y la comunidad LGBT+. Esto, sumado a la falta de ramos que abordasen las temáticas de género y sexualidad, lleva a que, si un/a estudiante ingresa con actitudes homofóbicas, lo más probable es que egrese con ellas, al no existir instancias de reflexión en el tema.
Esto nos lleva a cuestionarnos el por qué se invisibiliza tanto el tema de la comunidad LGBT+ en salud sexual, en particular, por qué sólo se sabe de los cuidados de hombres que tienen relaciones sexuales con hombres. Existe una invisibilización, entonces, de las mujeres no heterosexuales, y de las personas trans e intersexuales.
De momento, mi búsqueda del origen de la desinformación se encuentra enfocada en la educación en general, puesto que, al parecer, mientras más temprano comience la enseñanza de la perspectiva de género y la no discriminación, mayores serán las posibilidades que lleguen a la práctica profesional. La invisibilización de la comunidad LGBT+ femenina y trans es un tema que será abordado en una futura columna.