¿De qué manera se debe ordenar la sociedad? ¿De qué forma nos debemos relacionar unos con otros? ¿Cuáles son los valores que debe defender una sociedad? ¿Qué es lo correcto o qué es lo mejor o qué es lo bueno para nosotros en tanto nosotros?
Wikipedia dice que “Política
(< latín politĭcus < griego antiguo πολιτικός politikós, masculino de πολιτική politikḗ, que significa «de, para o relacionado con los
ciudadanos») es el proceso de tomar decisiones que se aplican a todos los
miembros de un grupo. También es el arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los
Estados. La ciencia política, constituye una rama de las ciencias sociales que
se ocupa de la actividad en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por
personas libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia
colectiva. Es un quehacer ordenado al bien común”.
Creo que todos sabemos que la convivencia colectiva no está libre de
dificultades, me refiero a lo que es y no lo que podría o debería ser. Creo que
todos intuimos que hay alguna forma buena en la que debemos organizarnos y
relacionarnos como miembros de un grupo que llamamos sociedad. Creo que
probablemente la mayoría no logramos identificar que existen valores, ideales,
cuestiones que orientan hacia abstracciones de lo que es correcto, lo que debe
o debería ser el hombre y la sociedad. Creo, entonces, que la mayoría estamos
pendientes o más conscientes del plano físico y concreto de nuestras formas de
relacionarnos, no del mundo de las ideas.
Quizás esta desconexión, la desafección que la mayoría tenemos respecto a
cuestiones de filosofía política, sea una razón para que otros invaliden o
nosotros mismos invalidemos la expresión de nuestra intuición sobre cuál es la
forma buena o correcta para relacionarnos. Parece que quienes pueden expresar
sus intuiciones sólo pueden ser filósofos, aún más específicamente, filósofos
políticos. La posibilidad de expresión de la intuición sólo debería, entonces,
estar limitada a aquellos que la pueden expresar en torno a la identificación y
definición de valores, de las ideas que luego se bajan al mundo concreto y nos
organiza.
No creo que la falta de las capacidades del filosofar político sea una razón
válida para que la mayor parte de las personas sean excluidas o se
auto-excluyan de la posibilidad (o necesidad) de expresar sus intuiciones
respecto a la forma buena o la forma correcta. Pero es necesario precisar que
cuando hablo de esta intuición no me refiero a un sistema coherente e integral
del cómo debemos relacionarnos en sociedad, un sistema donde están definidas
todas las cuestiones de organización política. No, me refiero entonces, a que
la intuición, que creo todos tenemos, sea la intuición de un sistema conformado
por actores políticos. La intuición es del cómo deberíamos relacionarnos en
tanto personas que tienen la inalienable propiedad de persona.
Pero esa posibilidad de expresión no abunda en esta sociedad y la mayoría de
nosotros sí ha sido alienado de su propiedad de persona. Es precisamente la
invalidación de esa posibilidad de expresión una muestra clara de la
alienación.
Dado que no tenemos esa posibilidad de expresión, tampoco contamos con un buen
nivel de habilidades para hacerlo. Insisto en que no hablo de habilidades de
filosofar político, sino de la intuición de persona. Lo que queda es la opción
de rescatar y trabajar nuestras habilidades de expresión de esa intuición. Creo
que esa es la opción, pero también creo que está la opción de apoyarnos en la
intuición que han expresado otros anteriormente. La opción de rescatar demanda
mucho trabajo, la opción de apoyarnos es más accesible y no veo razones para
creer que sea excluyente con la primera opción.
Si nos apoyamos en la intuición ya expresada por otros, veremos que aparecen
dos formas en constante tensión, formas que se expresan como valores: la
igualdad y la libertad. Casi todos los sistemas políticos se construyen
poniendo en un lugar central a estos dos valores, con dosis mayores de uno u
otro.
Por un lado, la libertad creo que apunta a las oportunidades que tienen las
personas en tanto individuos, por ello las libertades individuales. Por otro
lado, la igualdad apunta a las condiciones que afectan a todas las personas en
tanto grupo de personas, por eso la igualdad social.
Para la mayoría, la libertad y la igualdad son en cierto grado excluyentes. No
se puede garantizar igualdad social sin afectar las libertades individuales.
Creo que aquí existe un problema, en el filosofar político y su necesidad de
identificar y definir valores para la intuición de la buena forma, han puesto
el foco de la intuición en términos que efectivamente se vuelven excluyentes
cuando se intenta hacer una conexión entre esos valores, los ideales, con su
concreción en el mundo concreto. Recordando que, además, han invalidado la
posibilidad de expresión de la intuición de la forma buena o correcta que
tenemos el resto de las personas.
Creo que para rescatar nuestra posibilidad de expresión de dicha intuición, es
necesario que hablemos de oportunidades y condiciones, no de libertad e
igualdad. Pero eso queda para una próxima columna.