Oportunidades y condiciones

By Ricardo Cartes Velásquez.

¿De qué manera se debe ordenar la sociedad? ¿De qué forma nos debemos relacionar unos con otros? ¿Cuáles son los valores que debe defender una sociedad? ¿Qué es lo correcto o qué es lo mejor o qué es lo bueno para nosotros en tanto nosotros?


Wikipedia dice que “Política (< latín politĭcus < griego antiguo πολιτικός politikós, masculino de πολιτική politik, que significa «de, para o relacionado con los ciudadanos») es el proceso de tomar decisiones que se aplican a todos los miembros de un grupo. También es el arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados. La ciencia política, constituye una rama de las ciencias sociales que se ocupa de la actividad en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por personas libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva. Es un quehacer ordenado al bien común”.


Creo que todos sabemos que la convivencia colectiva no está libre de dificultades, me refiero a lo que es y no lo que podría o debería ser. Creo que todos intuimos que hay alguna forma buena en la que debemos organizarnos y relacionarnos como miembros de un grupo que llamamos sociedad. Creo que probablemente la mayoría no logramos identificar que existen valores, ideales, cuestiones que orientan hacia abstracciones de lo que es correcto, lo que debe o debería ser el hombre y la sociedad. Creo, entonces, que la mayoría estamos pendientes o más conscientes del plano físico y concreto de nuestras formas de relacionarnos, no del mundo de las ideas.


Quizás esta desconexión, la desafección que la mayoría tenemos respecto a cuestiones de filosofía política, sea una razón para que otros invaliden o nosotros mismos invalidemos la expresión de nuestra intuición sobre cuál es la forma buena o correcta para relacionarnos. Parece que quienes pueden expresar sus intuiciones sólo pueden ser filósofos, aún más específicamente, filósofos políticos. La posibilidad de expresión de la intuición sólo debería, entonces, estar limitada a aquellos que la pueden expresar en torno a la identificación y definición de valores, de las ideas que luego se bajan al mundo concreto y nos organiza.


No creo que la falta de las capacidades del filosofar político sea una razón válida para que la mayor parte de las personas sean excluidas o se auto-excluyan de la posibilidad (o necesidad) de expresar sus intuiciones respecto a la forma buena o la forma correcta. Pero es necesario precisar que cuando hablo de esta intuición no me refiero a un sistema coherente e integral del cómo debemos relacionarnos en sociedad, un sistema donde están definidas todas las cuestiones de organización política. No, me refiero entonces, a que la intuición, que creo todos tenemos, sea la intuición de un sistema conformado por actores políticos. La intuición es del cómo deberíamos relacionarnos en tanto personas que tienen la inalienable propiedad de persona.


Pero esa posibilidad de expresión no abunda en esta sociedad y la mayoría de nosotros sí ha sido alienado de su propiedad de persona. Es precisamente la invalidación de esa posibilidad de expresión una muestra clara de la alienación.


Dado que no tenemos esa posibilidad de expresión, tampoco contamos con un buen nivel de habilidades para hacerlo. Insisto en que no hablo de habilidades de filosofar político, sino de la intuición de persona. Lo que queda es la opción de rescatar y trabajar nuestras habilidades de expresión de esa intuición. Creo que esa es la opción, pero también creo que está la opción de apoyarnos en la intuición que han expresado otros anteriormente. La opción de rescatar demanda mucho trabajo, la opción de apoyarnos es más accesible y no veo razones para creer que sea excluyente con la primera opción.


Si nos apoyamos en la intuición ya expresada por otros, veremos que aparecen dos formas en constante tensión, formas que se expresan como valores: la igualdad y la libertad. Casi todos los sistemas políticos se construyen poniendo en un lugar central a estos dos valores, con dosis mayores de uno u otro.


Por un lado, la libertad creo que apunta a las oportunidades que tienen las personas en tanto individuos, por ello las libertades individuales. Por otro lado, la igualdad apunta a las condiciones que afectan a todas las personas en tanto grupo de personas, por eso la igualdad social.


Para la mayoría, la libertad y la igualdad son en cierto grado excluyentes. No se puede garantizar igualdad social sin afectar las libertades individuales.


Creo que aquí existe un problema, en el filosofar político y su necesidad de identificar y definir valores para la intuición de la buena forma, han puesto el foco de la intuición en términos que efectivamente se vuelven excluyentes cuando se intenta hacer una conexión entre esos valores, los ideales, con su concreción en el mundo concreto. Recordando que, además, han invalidado la posibilidad de expresión de la intuición de la forma buena o correcta que tenemos el resto de las personas.


Creo que para rescatar nuestra posibilidad de expresión de dicha intuición, es necesario que hablemos de oportunidades y condiciones, no de libertad e igualdad. Pero eso queda para una próxima columna.