El viernes 17 de mayo se conmemora el Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Bifobia y Transfobia. Para las personas que se quejan por lo largo del nombre, les contamos que hemos aprendido que si nos omitimos no existimos en la historia, así que, sí, repetiremos todas las fobias constantemente.
Según el XVII Informe anual de Derechos Humanos de la Diversidad Sexual y de Género del Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) los ataques homo, lesbo y transfobicos aumentaron un 44% el 2018. Casi el doble de ataques que el año anterior, y honestamente, no quiero saber cuánto aumentará este año si la situación no es controlada.
Las noticias nos bombardean cada tres días, aproximadamente, con agresiones sufridas a la comunidad LGBT o a las personas que sencillamente no se someten al mandato patriarcal, es decir, no responden a los estereotipos de género impuestos en base a su sexo biológico.
La pregunta que toda persona ajena al odio entre seres humanos se hace es ¿cómo podemos avanzar en eliminar todas las violencias hacía esta comunidad? Por una parte, tenemos la idea de visibilizar estas vivencias. Recordemos lo que mencioné al comienzo, el hecho de que en la historia no se cuente cómo se vivió el amor fuera del conservadurismo ha provocado que sea un tema tabú e inexistente. Entonces, la tarea es la normalización mediante la visibilidad. Por otra parte, la necesidad de generar pautas sociales que prevengan situaciones de vulneración de derechos, discúlpenme, pero la Ley Zamudio no responde a nada de lo antes descrito.
Me gustaría explicar la situación de esta forma, existen sujetos, principalmente hombres, que se creen con el derecho de secuestrar a una joven de 23 años, torturarla hasta la muerte por el hecho de no respetar el mandato de feminidad y ser abiertamente lesbiana. ¿Les parece similar la historia? Sí, hablo de Nicole Saavedra Bahamondes, caso de lesbo-odio que ha quedado en la impunidad.
Luego de hacer una descripción gráfica de lo que está sucediendo, quiero detenerme en el perfil que cierto sector LGBT+ ha tomado durante este tiempo, una proyección carnavalesca, de goce, lujos y con una necesidad imperante de adaptarse al orden social. Al detenerme a observar a este grupo y sus diversas actividades y patrocinios, me pregunto si esa proyección se condice con la realidad o, sencillamente, ¿será que este sector no busca la abolición del sistema patriarcal?
Un ejemplo claro es la marcha por el orgullo gay, en donde puedes encontrar a empresas desde WOM hasta Monsanto. Sí, Monsanto marchando por el respeto a los derechos humanos al mismo tiempo que destruye y envenena nuestra madre tierra.
La alianza con empresas y con el sistema neoliberal sólo constata la despolitización del movimiento (o del sector) y lo alejados que están del feminismo, dando paso al pinkwashing. Este último se define como una estrategia de marketing utilizada por empresas para limpiar su imagen con mensajes alusivos a la comunidad LGBT+, publicidad muy WOM en Chile, empresa que al mismo tiempo tiene prácticas antisindicales, pero que se jacta de ser muy abierta de mente.
Como feminista me cuesta sentirme identificada con movimientos que validan sistemas de dominación, es decir, el capitalismo – neoliberalismo o que pretenden tener los privilegios del hombre blanco heterosexual, replicando la invisibilización de la mujer o replicando la creencia de que feminidad es sinónimo de ser mujer.
En fin, creo que las diferencias que están surgiendo en el movimiento LGBT+ deben ser atendidas, ya que las estrategias políticas están bastante distantes las unas con las otras. La pregunta que queda para reflexionar es ¿cuál es la tuya?