Intuir oportunidades y condiciones

By Ricardo Cartes Velásquez 

En la columna pasada intenté defender la idea que todos tenemos intuiciones del cómo hemos de llevar una buena vida, lo que claramente es también una intuición. Esa intuición de lo bueno no se limita solo a nuestra esfera personal, sino también a lo colectivo, el orden social. Otra idea que defendí, fue que todos podemos expresar esa intuición y que no es un privilegio solo para los filósofos políticos. Por último, defendí la idea que la visión clásica de un orden social sustentado en los valores de libertad e igualdad no la intuía como adecuada, ya que pone en tensión excluyente a dos valores que parecen igual de importantes (punto aparte es que esa tensión ha originado algunos desastres a lo largo de la historia cuando uno se impone sobre el otro). También dije que en una próxima columna desarrollaría más esta propuesta de oportunidades y condiciones. Y aquí estamos.

Hay una idea de la libertad, del cómo se concreta, que está ligada al desarrollo personal. En ese sentido la libertad no es más que una oportunidad. Varios filósofos han hablado del tema, del que las personas al final estamos condenadas a ser libres y no nos queda otra cosa que hacer algo con esa libertad. Esta idea me parece que nos libra, valga la redundancia, de una serie de otras acepciones prácticas que asociamos con la libertad. Esas otras acepciones prácticas, me parece, aparentan poner el locus de control de la libertad en la persona, pero al final es todo lo contrario. Lo que hacen, es exponer a la persona a la presión de una serie de intereses externos para que elijan lo que a esos interés les conviene. Por ejemplo, puedes educarte como sea, estas son las opciones, elige. El campo de la posibilidad, de una libertad verdadera, se restringe al campo de una opcionalidad con un par de sabores mediocres. Luego de elegir, viene el refuerzo positivo y te compras la idea que eres libre. Pero cuando pienso en libertad, es mi intuición que efectivamente hay un campo de la posibilidad más o menos inagotable al que puedo acceder, al que tengo la oportunidad de acceder. Pero esa oportunidad requiere de, es mi intuición, algo más que consumir alguna de las opciones, sino el construir otras opciones, mis opciones, a medida que avanzo en el campo de la posibilidad. Y para avanzar, solo tengo mi intuición, mi voluntad y algunas condiciones mínimas del entorno. Mi intuición es que la oportunidad es una instancia interna que me comunica con el medio externo. Intuyo que tomando la oportunidad, se recupera una libertad verdadera y algo más, al menos algo más que la libertad que nos venden a diario.

Por otro lado, están las condiciones. Y si la libertad la asocié con la oportunidad, la igualdad sería algo así como las condiciones. Cuando se habla de igualdad, se piensa que hay un piso mínimo para todos. Luego vienen las luchas acerca de qué tan mínimo debe ser ese piso y más importante aún, como un ideal de piso mínimo se concreta en cuestiones reales. Para algunos, el piso mínimo lo relacionan con el Estado, entonces algunos quieren un Estado muy pequeño que se encargue de cuestiones muy básicas como la seguridad, la justicia y ciertas reglas, todo el resto queda a criterio de la libertad del mercado. Para otros, el Estado debe ser grande y estar presente en todas las áreas, incluso siendo el único agente. Para los primeros, la igualdad es una injusticia, una cuestión innecesaria y dañina que atenta contra la libertad, la igualdad también debe limitarse al mínimo posible. Para los segundos, la igualdad es imprescindible para que todos puedan desarrollarse, para ser libres, por lo que debe maximizarse. Pero cuando dejamos la igualdad de lado y empezamos a hablar de condiciones, la necesidad de homogeneizar pierde fuerza. También pierde fuerza la necesidad que haya un ente superior que administre esas fuerzas homogeneizadoras. Ya no es necesario que todos tengan las mismas cosas o acceso a las mismas experiencias. Además pierde prioridad la necesidad de definir cuáles son esas cosas y experiencias. Entonces, más allá de las instituciones, quedan las personas en tanto personas y no en tanto grupos. Y si los actos de las personas avanzando en el campo de sus posibilidades se convierten en la materialización de sus oportunidades, las consecuencias de ese avance se convierten en condiciones para el resto, son lo que cada uno hace al resto. Si las oportunidades van de lo interno a lo externo, las condiciones van en sentido contrario. Surge la duda, si de esa forma se generan las condiciones correctas, porque parece que no tenemos claro cuáles son esas condiciones correctas en términos concretos. Lo que sí parece medianamente claro es que esas condiciones serían el resultado de una compleja red de actos de muchas personas concretando sus oportunidades.

Voy a dejar para una próxima columna un análisis más práctico de cómo, intuyo, funcionarían las oportunidades y condiciones.